22 de diciembre de 2011 | | 2 comentarios

Un final...

¿feliz? ¿Cómo en las películas? - Podría ser.

Hasta donde sé, el tiempo es el que marca el ritmo de nuestras vidas, la mayoría de las veces de forma vertiginosamente increíble, por ello, la frase más oída de los últimos días del año puede llegar a ser ¿pero cómo se ha podido pasar tan rápido? Un año es un año, muchos días, muchas noches, muchas horas de trabajo y de esperar a que pase el tiempo...un año tras otro y el tiempo vuela, otra vez con la cuenta atrás y con los buenos propósitos, otra vez con las esperanzas a remojo para que todo vaya bien a partir del año que viene. Menos mal que tenemos cada 31 de diciembre para salir de ese bucle que sería la vida si no hubiera por donde ir fraccionándola.

Y ahora las cuentas particulares...qué se le pide a un año, qué se rememora de otro...2011 se va con la verdadera forma de hacerse mayor: irse de casa, con la experiencia vital de hacerse a las maneras y a las formas y a las etiquetas y a las manías y a las obviedades y extrañezas de otro. 2011 se va con un año dedicado a organizar cómo organizarse, con tiempo para sentirse mal porque no hay tiempo...con la sensación de haber vivido mucho tiempo una vida y tener que acostumbrarse a vivir otra. Un año de cambios.

Un año de viajes adaptados al bolsillo: una escapada a Pamplona, una semana en la estupenda ciudad de Estocolmo, un fin de semana largo en Bolonia y Verona, un puente en un hotel termal impresionante en Soria...Ahí quedan las fotos, el recuerdo, nuestros pasos sobre las ciudades, nuestros pasos por el mundo...juntos.

Me gustan los años pares, así que 2012 me suena bien. De todo lo que ocurra a partir de hoy poco se sabrá aquí, en este blog que comenzó en marzo de 2008 y que a su vez daba continuidad a otro blog que ya ni recuerdo cuándo empecé, por lo que supongo que han pasado 4 ó 5 años. Vuelvo la vista y creo que me hubiera gustado escribir otro tipo de cosas, haber tenido más constancia. Uno siempre quiere ser mejor, obtener otros resultados, pero somos los que somos y tenemos las cualidades que tenemos, por lo que éste es el inestimable resultado de unas cuantas horas frente al ordenador contando pequeños trocitos de mi vida, lo que me ha sucedido en este tiempo (y lo que me ha pasado por encima), lo que he disfrutado, he reído, he leído, he querido y he viajado...no puedo pedir más...sólo que este blog no desaparezca del espacio virtual y esté ahí cuando yo quiera releerlo porque en el fondo es un diario, una hoja escrita olvidada en alguna parte, una confesión escuchada a través de una rendija...un placer que me he permitido durante un tiempo pero que me pide darle fin porque un blog sin continuidad no tiene sentido.

Muchas gracias a todo el que haya llegado hasta este blog y hasta esta entrada por arte de buscador o de forma voluntaria. En el aire queda cualquier posibilidad de escribir de nuevo y empezar alguna vez desde cero. Quizás, quién sabe, algún día me atreva con unos versos. Con tiempo y con ganas de darle rienda suelta a la poesía, todo es posible.

Gracias por haber sido testigos de mi paso por la red. Gracias
ad infinitum por presenciar este final feliz...como en las películas.

27 de octubre de 2011 | | 0 comentarios

Downton Abbey

Aunque la oferta de canales sea cada vez más apabullante, hace ya tiempo que en mi caso, la televisión se redujo a las series, en su mayoría de producción estadounidense. Boyero ha dicho en numerosas ocasiones que el mejor cine se encuentra en la actualidad en algunas series, ficciones que enganchan por su calidad y por su variedad.

Soy fiel a unas tres o cuatro series según la época, en verano la cifra baja bastante y para mí, son puro entretenimiento. Un capítulo para acabar el día los días que puedo es ya una costumbre y algo que me encanta seguir, no me importa "engancharme", sobre todo cuando eso supone un buen rato y además la serie es de calidad.

Una de esas series que a uno le encantaría volver a ver desde el capítulo 1 sin saber nada es Downton Abbey, una serie ambientada en la sociedad británica del primer cuarto del siglo XX: clases sociales muy diferenciadas, una gran mansión, una gran familia, la I Guerra Mundial como telón de fondo, unos personajes sólidos y bien construidos...la serie tiene todos los ingredientes para que cualquiera se aficione.
En concreto, hay un personaje que me resulta apasionante. Maggie Smith es para mí la piedra angular de esta serie, encarna el clasismo de una manera impecable y es capaz de generar simpatía y antipatía a partes iguales, una actriz ganadora de dos Oscar que le da el toque final a esta ficción que parece que sólo tendrá 3 temporadas, una razón más para verla...nadie tendrá que perderse en culebrones de interminables tramas ya que cada temporada apenas supera los 8 capítulos.

24 de septiembre de 2011 | | 1 comentarios

Bolonia y Verona

Volver a Italia siempre es un placer, así que los cuatro días que hemos pasado en Bolonia y Verona han sido una forma estupenda de cerrar la carpeta vacacional y meternos de lleno en el nuevo curso que comienza cada septiembre.


Mis anteriores viajes por Italia han cubierto una parte de este país, pero es un sitio con tantas cosas por ver, que cualquier zona merece una visita. Conozco las ciudades principales, las apabullantes Roma y Venecia, lugares que tengo claro que he de revisitar alguna vez más en los próximos años y conozco también esa parte encantadora de Italia que es la Toscana gracias a un viaje que hicimos unas amigas en el que recorrimos las extensiones de viñedos parando en esos pueblos que nunca se olvidan: Lucca, Montepulciano, San Gimignano, Florencia por segunda vez de nuevo, Pisa...

Bajo la premisa de que Italia siempre merece la pena, aterrizamos en Bolonia un jueves con la idea preconcebida de una ciudad universitaria, con ambiente, con uno de los mayores cascos históricos de Europa y con el encanto único que le otorgan sus omnipresentes pórticos...y no defrauda. Lo bueno de esta ciudad es que es muy abarcable y lo mismo puede verse en una visita rápida de un día o también puede ser disfrutada de forma más detenida.

El recorrido turístico pasa por las dos torres, de las cuales, solo puede llegarse a lo más alto de la Asinelli, eso sí, la subida no es cosa fácil, pero la visión desde lo alto es imprescindible para valorar la ciudad roja que queda a nuestros pies. La plaza maggiore, lugar donde se concentran los palacios, el ayuntamiento y la catedral. En un lado también está la plaza de Neptuno, allí donde puede encontrarse uno de los sette segreti de la ciudad.

El misterio, por tanto, es recorrer la ciudad y perderse bajo sus pórticos, visitar el barrio judío y si hay tiempo y sobre todo, ganas, se puede subir al Santuario de la Madonna della madonna di Luca, situado en una colina de la ciudad al que se llega a través de un camino que empieza en
porta Saragossa y, he aquí lo curioso, está totalmente porticado y consta de 666 arcos. Las leyendas dicen que al traspasar el último arco puede pedirse un deseo y nosotros damos fe de que el camino se hace lo suficientemente duro como para merecer pedir un deseo si se llega hasta allí andando.

Italia y su gastronomía son en sí todo un mundo. Hay lugares donde uno sabe perfectamente que no va a pasar hambre y éste es un caso...de hecho, ocurre lo contrario, por lo general, uno sabe que volverá con mala conciencia de lo mucho que ha comido. De esta zona hay que destacar un tópico: el estupendo helado italiano, así como una comida y una costumbre. La comida: los tortellini, concretamente los típicos de Bolonia, los tortellini in brodo, con caldo de gallina, sencillamente deliciosos y la costumbre: el aperitivo. A partir de las 6 de la tarde es costumbre en casi todos los bares, que con la consumición, el cliente acceda a un pequeño buffet en el que podrá comer lo que quiera. La consumición puede ser más cara de lo habitual, pero contando con que uno puede acabar cenando de picoteo, compensa de sobra.

En Verona la visita fue más apresurada. Tomamos el tren regional desde la estación central de Bologna hacia Verona, situada a hora y media en la región del Véneto. Al ser sábado había mucho ambiente, muchas excursiones y mucho turismo, pero a pesar de ello, recorrimos su casco con aire medieval, entramos en su anfiteatro, llegamos hasta el puente de piedra donde pudimos ver el meandro del río Adigio y nos fuimos encontrando sin querer con los pasos de Shakespeare, porque Verona es ante todo, Romeo y Julieta.

El balcón es una de esas cosas que no dejan de ser legendarias y que por ello, uno no quiere irse sin verlo con sus propios ojos, pero la realidad dista a veces mucho de ser como la imaginamos. Las hordas turísticas hacen que lugares como éste pierdan mucho encanto, sobre todo por el llamado "callejón de los enamorados" que da al patio de la casa de Julieta y que está lleno de pintadas y de chicles que lo han convertido en un lugar simplemente asqueroso. Supongo que ante las malas costumbres poco puede hacer un organismo que se dedique a salvaguardar el patrimonio, pero desde luego, yo hubiera puesto un centinela con tal de que la puerta de entrada al monumento no desmereciera tanto.

Hasta aquí la crónica italiana. Oficialmente damos por cerrada la temporada veraniega. A ver si el año que viene el balance viajero es tan bueno como éste.

11 de septiembre de 2011 | | 0 comentarios

11/09/2001 - 11/09/2011

11 de septiembre de 2011. Los medios de comunicación se han afanado en recordar con especial ímpetu la efeméride, todos los años se repiten las imágenes y las historias, pero todos sabemos la importancia que otorgan las décadas, los decenios, los centenarios, los siglos, a un acontecimiento.

Nueva York, 2011. Atentado contra las Torres Gemelas. El mundo tal y como lo conocemos vivió el acontecimiento mediático que más impacto ha tenido en la sociedad en los últimos años. Cada día se repiten los conflictos, las guerras, las hambrunas, sobre todo en países tercermundistas, pero ese día,
la diferencia fue claramente la siguiente: el gran gigante capitalista, líder del primer mundo, fue atacado en su epicentro. El terrorismo islámico como nunca antes se había podido prever ni imaginar, voló el centro financiero de la ciudad más emblemática de los Estados Unidos en una acción que fue a la vez, amenaza y hecho consumado.

Todos guardamos memoria de ese día, por la dimensión irreal del hecho, al igual que guardamos una memoria desgraciadamente vívida sobre los atentados de Madrid el 11 de marzo de 2004. Una desgracia así, tal y como podemos percibirla ahora de forma inmediata y milimétrica, no se nos olvida nunca.

Estos días los medios andan recopilando experiencias, puntos de vista y supongo que en un intento por analizar cómo se recuerda el terror y el espanto diez años después, preguntan ¿Qué estabas haciendo cuando ocurrió el atentado contra las torres? Leer las experiencias te obliga a hacer memoria sin que esto te suponga mucho esfuerzo.

El 11 de septiembre de 2001 yo apuraba los días de un contrato de verano junto con otros compañeros de la diplomatura en la sección de documentación del periódico ABC. Salimos a las 14.30 de los edificios que la antigua Prensa Española, ahora Grupo Vocento, tiene en Josefa Valcárcel y me dirigí en coche a casa, llegué un poco de las 15 horas, mis padres estaban de vacaciones, así que fui a la cocina, encendí la televisión para ver el telediario de Telecinco que por entonces presentaba Angels Barceló. El telediario estaba acabando y contaba que había un incendio en una de las torres del WTC de Nueva York mientras mostraban las imágenes, unos segundos después, en la imagen aparecía un avión que se estrellaba contra la segunda torre. Yo, como tantas otras personas, no sabía si era una repetición o en verdad aquello estaba también sucediendo en la otra torre.


Vivir aquella noticia desde dentro de un medio de comunicación fue algo que no olvidaré. De aquel día guardo periódicos, suplementos especiales que se quedarán en una caja para la posteridad y también guardo una preocupación infinita por cómo se desarrollarían los acontecimientos tras un ataque frontal a la mayor potencia mundial del momento.

15 de agosto de 2011 | | 2 comentarios

Verano low cost 3ª parte: Estocolmo


El gran viaje de este año ha sido a Estocolmo. Una semana completa en tierras suecas, con un billete low cost, alojamiento low cost y un tiempo estupendo que nos ha permitido patear mucho y disfrutar de todas esas horas de luz que tienen los países nórdicos en esta época del año.

Estocolmo es una ciudad asequible para el turista, muy llana, bien comunicada. Si se tiene ganas, se pueden hacer grandes distancias andando. La orientación es un poco complicada debido a que en muchos puntos, si se mira a cualquier lado, uno siempre ve una frontera de agua, y es que esto es debido a que la ciudad está compuesta por 14 islas unidas por más de 50 puentes. Así que lo mejor para el turista es, más que nunca: un mapa.


Estocolmo, capital de Suecia, nos ha sorprendido con un tiempo amable, a ratos caluroso y sólo un día de lluvia y cielos grises que cambian por completo la tonalidad de la ciudad. Como viven sumergidos en un largo invierno, no son muy frecuentes las persianas, así que en verano a uno le aborda una sensación de extrañeza cuando se despierta por la luz y mira el reloj pensando que pronto será la hora de levantarse y la realidad es que está amaneciendo a las 4.30.

Su primer idioma es el sueco, muy difícil de entender para el extranjero que tiene que guiarse por Stortorget, Götgatan, Södermalmstorg y demás lugares imposibles de memorizar para un momento posterior, pero todo tiene solución y la mayoría de la gente se entiende perfectamente en el segundo idioma universal: el inglés. No nos ha hecho falta preguntar mucho, pero el sueco es amable y muy cordial y muy guapo, sobre todo en su género femenino. Constatamos fehacientemente que el mito de la sueca es una realidad y que están dotadas de una genética envidiable.

Para visitar la ciudad, compramos la Stockholm card, una tarjeta turística que incluye la visita a puntos de interés y el transporte, por lo que compensa la inversión siempre y cuando se vayan a visitar muchas cosas, hay de 24, 72 y 120 horas. Entre esas mejores visitas que se pueden hacer hay muchas posibilidades ya que puede varíar según el número de días que se va a estar en la ciudad, pero como imprescindibles diría que no hay que perderse:

El Vasa Museet, un barco naufragado que fue rescatado y que se expone en toda su integridad en un museo hecho a su medida. Es una visita obligada, el museo está muy bien estructurado y la vista imponente del barco es impresionante.

El Stadshuset. El Ayuntamiento y su salón azul donde se celebra cada año la cena en honor a los premiados por el Nobel. Es una visita guiada que merece la pena.

El Museo Nobel. Es sencillo y en su mayor parte interactivo, pero para los que gustamos de tener ese bagaje cultureta es muy interesante ver quién ha sido premiado y por qué.

El Palacio Real. Por su importancia dentro de Gamla Stan, aunque a nosotros ya nos pilló con cierto cansancio y no le dedicamos más tiempo que el imprescindible en recorrer las estancias. Hay un cambio de guardia dos veces al día. Nosotros tuvimos que hacernos a un lado para dejar paso al Porsche impresionante del Príncipe Carlos Felipe de Suecia, que ya es casualidad.

Skansen. Un parque temático, zoológico y de entretenimiento en general. No soy una gran aficionada al mundo animal, pero he de reconocer que es un espacio único, sobre todo si se visita con niños. Además de una parte dedicada a especies animales de todo tipo, también hay una parte dedicada a reproducir la vida tradicional sueca: casas, personajes vestidos con trajes tradicionales que muestran oficios antiguos. Es bastante curioso y bonito.

Kaknastornet/el mirador de Slussen/Skyview. Yo soy muy aficionada a ver la panorámica de las ciudades y en Estocolmo, con esa disposición curiosa de islas comunicadas, es muy conveniente verlo desde arriba para poder apreciarlo en su totalidad. En nuestro viaje sólo subimos a la Kaknastornet, que es la torre de la televisión, desde la cual se ven las islas. En el caso del mirador que hay en Slussen, la panorámica se centra en Gamla Stan, Östermalm y Djugarden. Al Skyview fuimos, pero con tan mala suerte que estaba cerrado, estaba más a las afueras, así que no sé si merece más la pena la panorámica o la atracción en sí, unas esferas de cristal que suben por un edificio con forma de globo.

Además, a nosotros nos dio tiempo a ir a palacio de Drottningholm, un Versalles en tamaño más reducido pero igual de interesante, sobre todo por la visita al Teatro más antiguo del mundo y también cogimos un tren que nos llevó a Uppsala, una ciudad universitaria a 40 minutos al norte de Estocolmo, donde pudimos ver su catedral, la universidad, su castillo rosa y el jardín botánico.

No cabe duda de que además de estas atracciones, museos, etc. El turista tiene que pasear mucho por las islas principales. Gamla Stan se presta a ser pateada de arriba a abajo, su calle principal es Vásterlangatan, hay que pasear por la plaza principal: Stortorget y las calles que hay por detrás en dirección al Palacio Real.

Östermalm me encantó. Es la parte más rica de la ciudad, se nota en los edificios y en su particular milla de oro. Disfruté mucho paseando por sus calles y viendo sus tiendas de ver pero no tocar. Hay un mercado absolutamente fascinante que se llama Östermalm Saluhall por el que merece la pena dar una vuelta sólo por ver los pescados frescos y los productos típicamente nórdicos en todo su esplendor, si se tiene la oportunidad, también se puede comer en alguno de los puestos.

Södermalm, al sur de Gamla y conectado por Slussen, es un barrio que ha resurgido como lugar de moda. Su calle principal es Gotgatan, llena de tiendas, cervecerías, centros comerciales...sin duda es allí donde está el ambiente de Söder. Nuestro alojamiento estaba aquí, un albergue llamado Zinckensdamm, como la parada de metro más próxima. Del lugar sólo decir que era grande, limpio y cumplía con la función esperada, dar alojamiento para el descanso. El viajero ha de saber que aunque pueda llegar a Estocolmo con un billete muy barato gracias a las compañías low cost, el alojamiento es prohibitivo: una habitación con dos literas con baño compartido cuesta aproximadamente 60 euros la noche. Hagan cuentas si la idea es ir a un hotel con una cierta categoría.

Creo que en Suecia he tomado contacto con un país avanzado, que conserva su estado del bienestar. Se nota en los precios, un nivel de vida alto que obliga a que sus ciudadanos tengan unos sueldos acordes y se nota también en ciertas actitudes, la tasa de natalidad es más alta y es un país muy cómodo para viajar con niños o ir con ellos, además de que por lo que yo he observado, lo más común es ver a cada sueca con dos niños, por lo que deduzco que la conciliación de la vida y el trabajo debe ser una quimera hecha realidad. Están muy concienciados con el cuidado del medio ambiente y con la utilización de productos ecológicos. Como tienen poca densidad de población da gusto ir en plena temporada alta y no tener ninguna sensación de agobio ni tener que hacer ninguna cola y por último, tienen ese horario comercial hasta las 6 que hace que uno se plantee por qué en España se trabaja de 9 a 22 horas y no tenemos ni por asomo, esa economía y esa calidad de vida.

Cuando se tomen unas cortas vacaciones, 4 días es suficiente, piensen en Estocolmo.Yo por mi parte lo recomiendo y me voy preparando para la siguiente y última parada del verano low cost, pero para eso todavía hay que esperar hasta el 15 de septiembre.

1 de agosto de 2011 | | 0 comentarios

Burdeos

Verano “de bajo coste”. La hucha vacacional se está repartiendo por diferentes lugares a los que afortunadamente, llegan las compañías con condiciones restrictivas, a saber: maletas enanas, nerviosismo generalizado por si la maleta no cumple las medidas establecidas y no cabe en el “molde” a requerimiento del personal de tierra, asientos estrechos, probabilidad de anulaciones, retrasos y cambios y un vuelo que parece una tómbola por la cantidad de cosas que pretenden venderte, pero por ahora, contentos con la experiencia de que todos los destinos de este verano comiencen en Barajas.

El primer destino fue un vuelo de apenas una hora con destino Burdeos con Easyjet. Allí nos esperaban cinco días con la encantadora familia política que nos agasajó, cuidó y procuró alojamiento mientras nos repartíamos entre celebraciones familiares ingentes y algo de turismo.

Los franceses cortan fatal el jamón y pongo en duda su gusto para dirimir la calidad de una sangría, pero la verdad es que tienen ese punto vitalista, ese amor por la comida y el buen vivir que en poco les diferencia de sus vecinos españoles. La zona se presta a ello: extensiones kilométricas de viñedos, cada uno de ellos con su chatêau correspondiente, diferenciando bien las denominaciones de origen y sobre todo, sacándole partido a la marca Bourdeaux en sus botellas. Por muy simple que parezca, ante ciertos pueblos y parajes, yo sólo podía decir: esto es…muy francés…siendo ese francés un calificativo sumamente positivo.

Dentro del marco general de la zona destaco tres cosas: Saint Emilion, la torre de Montaigne y Burdeos. Saint Emilion y su difícil pronunciación para una negada en el idioma galo, es un pueblo delicioso entre viñas, con una impresionante iglesia monolítica y un fervor único por el vino. El paseo por el pueblo y sus callejuelas es digno de aprecio y las tiendas-bodegas donde puede comprarse el vino son de absoluto diseño, con un cuidado de la estética bien enfocada al turista que llega con el bolsillo lleno o una visa oro. Ya que la botella se nos quedaba fuera de alcance, al menos no nos fuimos de allí sin tomarnos una copita de vino.

Atravesando pueblos, donde la envidia es una de esas casitas de una sola planta con un inmenso jardín, llegamos a la torre de Montaigne, rodeada por un jardín con un paseo central flanqueado por árboles. Montaigne pasó aquí su vida, ahí tenía su lugar de descanso y de trabajo, interesantísimas son las anotaciones que él mismo ejecutó en los techos de su despacho. Un entorno precioso, en el que hay que destacar la “vivienda” que había junto a la torre y que corresponde a un particular que a buen seguro debe tener una cuenta corriente bien saneada y algún título nobiliario para cuidar semejante palacio.

Por último, la ciudad que se ha ganado un nombre gracias a la fama de sus vinos que empezaron siendo de consumo propio y acabaron siendo aclamados de forma internacional: Burdeos. Me comentaron que en esta ciudad viven las grandes familias ricas que tienen viñedos en Saint Emilion y por ello, no extraña que sea ésta una ciudad señorial, con todos sus edificios muy parecidos con sus típicos tejados alineados y lisos, con algunas grandes construcciones neoclásicas que nos trajeron reminiscencias de París. La orilla del Garona ofrece una bonita panorámica de Burdeos y la calle Sainte Catherine, la avenida comercial más larga de Francia y una de las más largas de Europa, es una vía de varios kilómetros de gente y comercio, merece la pena verla desde alguno de sus puntos más altos para apreciar la longitud y la multitud.

Alrededor de ella, un barrio donde se concentra el encanto de los bares y rincones donde podemos encontrar que un antiguo garaje que ahora es un cine, es la plaza donde se concentran los estudiantes “burgueses e intelectuales” de la ciudad, o lo que podríamos definir como los gafapastas de aquí.

Una curiosidad es la catedral con su torre separada, el suelo no ofrecía una estabilidad que asegurara que la torre no fuera a derruirse, así que nos encontramos el campanario construido a varios metros. A cada paso podemos encontrarnos la constatación de que Burdeos también es una importante ciudad de paso del Camino de Santiago.

Se nos quedó corta la visita a Burdeos, pero como intuimos que habrá próxima vez, para entonces se queda un paseo más extenso y sobre todo, disfrutar del trayecto de los tranvías desde la terraza de un café mientras nos tomamos un vino…de Burdeos, por supuesto.

El final de julio lo disfruté en la playa que acostumbro a visitar sin falta desde hace más de 20 años, con un tiempo regulero y casi raro para esta época, pero hice lo que más me gusta hacer allí, tirarme en la arena mañana y tarde y desconectar.

El verano low cost no acaba aquí, la siguiente crónica: Estocolmo.

29 de junio de 2011 | | 1 comentarios

Cosas que se encuentran en una mudanza...

A veces, entre las cajas, entre los libros, aparecen esos trozos de papel, agendas o cualquier tipo de soporte que nos recuerda que una vez teníamos algo que hacer o algo que recordar. Con el trajín de la mudanza, entre las páginas de un bloc de notas apareció una cuenta de twitter a mi nombre, la fecha aproximada: año 2007, por lo que sospecho que en el dilema del huevo o la gallina, en mi caso, twitter fue antes que facebook, con el detalle de que con la misma ligereza con la que abrí una cuenta twitter, la ignoré para siempre.


Así que ante tal encuentro, no pude resistirme y entré en la cuenta, modifiqué el perfil, añadí una foto y ahora tengo una cuenta de twitter puesta a punto para ser utilizada con el fervor con el que se han de utilizarse estas herramientas si no quieres ser un analfabeto de las nuevas tecnologías y redes sociales.


Así que con ganas de adentrarme en el mundo del mensaje conciso e inmediato, el retwitteo y demás palabrejas de nuevo cuño, os dejo la dirección de mi perfil en twitter, por si alguien tiene el gusto de seguirme y a la vez, tenerme como seguidora.